Las
decisiones humanas deberían ser propiciadas por el afán de progreso y avance
personal y humanístico, pero, la realidad de una parte de aquellos que deciden
emigrar es definida por el contexto de situaciones que afectan su entorno
inmediato y que lo imposibilitan quedarse en la tierra donde están sus
arraigos, sus tradiciones; se hace referencia a lo que causan los procesos armados
que van en contra de la idealización del ser, que obstruyen de una forma
totalmente egoísta el desarrollo de la persona.
Los
procesos de movilización de la sociedad causados por conflictos armados vienen
en un aumento muy progresivo y dramático, porque están obligando, de
una forma no digna, a las personas a abandonar su territorio y haciendo, en contra
de su voluntad, que tengan que irse a buscar nuevos horizontes. Principalmente este fenómeno se da en las zonas rurales, pero, contextualizándolo a la zona
urbana, también podemos observar esa realidad.
Muchos
son aquellos quienes han decidido tener una vida en la que defienden los
principios éticos del hombre, que buscan que la verdad se conozca, que luchan
por denunciar los hechos que estén atentando en contra de la sociedad. En el
caso de los periodistas, si optan por lo anteriormente mencionado, se verán
enfrentados a situaciones que amenacen su vida y la integridad de quienes lo
rodean; siendo el caso de que la persona siga con su utopía de mostrar el verdadero rostro de las situaciones, en contra de las voces marginales que buscan acallar su aliento de
progreso, se verá en la necesidad, totalmente en contra de su voluntad, de
irse, incluso de tener que abandonar su país. Se hace referencia a los exiliados.
La
situación de los exiliados, los asilados políticos no es algo normal. Es una
imposición dada por personas que con sus decisiones, defienden ideales, que
para ellos, son razonables y justificables.
La
migración, sea por causa decidida o por causa no decidida, es un proceso
difícil y complejo. En primer lugar, la cultura a la que se dirige, cuenta con
unas barreras socio-culturales, que no permiten ver con buenos ojos a quien
llega; esto, porque pueden llegar a considerar que quien viene de otra parte,
puede acortar las posibilidades de empleo y pueden ver un riesgo en él de que
las oportunidades que le debería dar su Estado, sean brindadas a terceros.
Hay
que tener en cuenta, que los preceptos y concepciones son diferentes para cada
país. No es lo mismo alguien que se dirija a España, procedente de Canadá, que
alguien que proceda de Colombia. Hay un marco cultural histórico que rodea a
cada persona.
La situación
de la migración colombiana es algo difícil en un contexto mundial. Una razón muy importante para que se dificulte, es la situación con las
drogas que vive Colombia. No es algo ajeno ni para nuestro país que ve y vive
la realidad de la guerra contra las drogas, ni para países externos, que bien o
mal, saben de la situación que Colombia ha venido atravesando tantísimos años.
En
la antigüedad, el uso de ciertas hierbas y raíces era absolutamente normal y
tenía un carácter definido estrictamente por factores antropológicos, éstos
divididos por situaciones de tipo religioso (rituales) y de cultura. No había
en lo absoluto una restricción.
Al
pasar los años, las personas fueron descubriendo otros usos de los productos
naturales y muchos de ellos tergiversaron para fines no
benéficos el uso de estos productos, tales como el opio. Más específicamente en
el siglo XX, con el desarrollo de nuevas tecnologías, los laboratorios
descubrieron complejos que en su principio, fueron para uso médico, como por
ejemplo, la morfina. Al pasar de las guerras y con más avances en la
tecnología, nuevas drogas, a las que se les denomina “drogas psicotrópicas”,
surgieron y ahí sí que se tergiversó su uso y empezaron a producir un impacto
social.
Drogas
como la heroína y la cocaína se empezaron a producir de una forma muy constante en Colombia; país que con el desarrollo de las diferentes normas en
contra de la venta y consumo de sustancias psicotrópicas, se fue acogiendo a
ellas. Pero la realidad fue otra, la producción, comercialización y venta de
drogas en Colombia, se disparó a finales del siglo pasado y la
puso en un muy mal precepto internacionalmente.
El
drama, las confrontaciones de la lucha contra las drogas generan
desplazamiento, migración; a esto el Gobierno no le ha puesto el
suficiente ahínco para contrarrestar este fenómeno que destroza fibras internas
en la población. Además, los costos que asume la guerra son
injustificables porque no es algo por lo que se debiera generar problemas.
La
migración colombiana y de cualquier otro país, debe ser algo natural y que no
genere malestar. El contexto de las drogas que enmarca tan específicamente
a Colombia, debe ser derrocado. Lo propuesto es claro que necesita tiempo,
necesita de esfuerzo y más que nada, necesita voces que despierten y aleguen en
pro de la evolución positiva del mundo.